About Me

El biohacker que se implanta chips bajo la piel


Ni el cambio climático, ni las crisis migratorias, ni los peligros de un conflicto nuclear. Para Francis Fukuyama, el mayor peligro que afrontan nuestras sociedades es el biohacking, la posibilidad de alterar a través de la tecnología nuestras capacidades naturales. Lo expuso en un libro titulado Nuestro Futuro Posthumano: Consecuencias de la Revolución Biotecnológica en el año 2002 y posteriormente en Las ideas más peligrosas del mundo: el Transhumanismo, un articulo publicado en la prestigiosa revista Foreign Policy. Claro que Fukuyama también pronosticó hace casi 25 años que la historia se había acabado y que las ideologías eran aparatos caducos.

 Una forma radical de proclamar el (interesado) triunfo absoluto de la economía liberal y las políticas aplicadas por Estados Unidos. Pongamos, pues, en duda las ideas de Fukuyama, tan acostumbrado a generar polémicas como a desdecirse de lo escrito cuando las cosas se tuercen. La historia de hecho sigue avanzando -incluso acelerando- y también el llamado transhumanismo, que en la última década se ha convertido en una corriente que va más allá de lo tecnológico para abrir preguntas propias de la ética, la filosofía, la sociología y la política. Precisamente en este campo ya pudimos ver un aspirante a candidato presidencial en la pasada campaña que llevó a Donald Trump a la Casa Blanca.

Zoltan Istvan fundó el Partido Transhumanista de Estados Unidos y durante algunos meses recorrió el país tratando de recabar apoyos con un programa electoral que prometía avances como la vida eterna: “Voy a convencerlos de que morir no es necesario. Podemos evitar la muerte y vivir vidas sanas y jóvenes indefinidamente. Cuando la gente sepa que puede vivir para siempre, lo aceptará con alegría”, aseguraba Istvan en una entrevista. A tenor de los resultados, sobrevaloró su poder de convicción.

Sin llegar a la absoluta certeza de que en pocos años seremos inmortales -algo que, sin embargo, sostienen varios científicos adscritos a la corriente transhumanista-, lo que resulta innegable es que la biología humana ya está siendo transformada por nuevos dispositivos y lo será mucho más en el futuro. Hay quien incluso no quiere esperar a que esta tendencia sea mayoritaria: alguien tiene que ser el primero, y Tim Cannon está cogiendo carrerilla para ello.  Se define a sí mismo como un cyborg, con partes humanas y partes tecnológicas. Por muy raro que suene, Cannon no es un caso único, aunque su aproximación al biohacking sí que resulta de lo más original, puesto que se trata de un “háztelo tú mismo”. Del mismo modo que hay quien fabrica muebles o impresoras 3D en su garaje, Cannon idea sensores y chips que instala bajo su piel. Su compañía Grindhouse Wetware promete en su web conseguir una “humanidad aumentada” a través de tecnologías seguras, económicas y de código abierto. Incluso en una entrevista con Vice, aseguraba que su objetivo es conseguir corazones artificiales en los próximos diez años. Cannon es consciente de que tanto sus ideas como sus prácticas son miradas con cierto recelo. Pero no piensa dejar de investigar con su propio cuerpo para avanzar en lo que considera una evolución lógica de la humanidad: “Tenemos la tecnología para hacerlo con seguridad. La auténtica barrera es que la gente dice “no quiero hacerlo”. Vale, pues no lo hagas. Nosotros lo haremos por ti. Estaré encantado de ser más avanzado que el resto de los humanos”.

Edición: Juanlu Ocampos | Douglas Belisario
Texto: José L. Álvarez Cedena
http://one.elpais.com/

Publicar un comentario

0 Comentarios