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Trajes que se ajustan al guión

Julia Roberts
Este relato de la alfombra roja de los Premios Oscar 2014 podría haberse dejado escrito antes de la gala, de tan previsible como resultó todo lo que en ella sucedió. Es la crónica de más de un traje anunciado.
Pero es que cuando en una ceremonia el titular es la apuesta generalizada por el negro, el bostezo está asegurado. Cate Blanchett vistió de Giorgio Armani Privé, como era de esperar. Jennifer Lawrence llevó un vestido palabra de honor de Dior, como ya es de rigor, y Charlize Theron uno de la misma firma, aunque un poco menos cándido. Lupita Nyong'o, fiel a su papel, causó sensación con un traje con mayor intención cromática que el de sus compañeras, firmado por Prada. Tal vez lo único sorprendente de la noche fue ver a Lady Gaga encarnada en una diva de Los Ángeles normal y corriente (suponiendo que tal cosa no sea un oxímoron), con un diseño de Versace.

En realidad, estos ejemplos muestran la solidez contractual de los vínculos que hoy establecen las firmas de moda y las actrices a través de sofisticados acuerdos publicitarios. Esta primavera, Nyong'o es la imagen de Miu Miu, segunda línea de Prada; Lady Gaga anuncia Versace; Jennifer Lawrence y Charlize Theron, los bolsos y el perfume en Dior, y Cate Blanchett, una fragancia de Armani. Es obvio que en el cada vez más profesionalizado engranaje de cine y moda queda poco espacio para la espontaneidad.


Julia Roberts con un vestido de Givenchy / ROBYN BECK (AFP)
Los lazos se han estrechado e industrializado en poco tiempo. Cabe recordar que hasta los años ochenta, los trajes que las actrices lucían en estos eventos eran decisiones mucho más personales. Hoy se trata de operaciones estratégicas cuidadosamente preparadas en la que intervienen muchos más factores que el mero gusto personal o la afinidad con un diseñador. Y en las que los estilistas juegan un papel fundamental al ejercer de bisagra entre los intereses de los actores y los de la marcas de moda. Las apariciones en la alfombra roja, así como en desfiles y revistas, son parte fundamental de la construcción de una carrera. De ahí la importancia de profesionales como Elizabeth Stewart (la estilista que anoche vistió a Cate Blanchett, Sandra Bullock y Julia Roberts) o Leslie Fremar (que asesora a Charlize Theron).

De la mano de estas estilistas cada vez más poderosas, se ha producido un cambio en el paradigma estético de los Oscar que resultó anoche especialmente evidente. En primer lugar, la gran mayoría de los vestidos eran creaciones hechas a medida que no procedían de las colecciones comerciales de las firmas. Amy Adams y Anne Hathaway vistieron trajes de Gucci Première, una línea creada con este propósito por la firma italiana. Kate Hudson y Lady Gaga lucieron Atelier Versace y Julia Roberts proporcionó una de las pocas sorpresas de la ceremonia con un diseño de alta costura de Givenchy de encaje negro. La casa que comanda Riccardo Tisci ha dejado de presentar desfiles convencionales de alta costura y limita este oficio a vestir a clientas en eventos privados o a actrices y cantantes en otros muy públicos. En segundo lugar, al pasar por ese proceso de selección previo antes de ser confeccionados, los diseños tienden a inclinarse hacia formas más precisas y afiladas, menos decoradas y románticas. De hecho, acaban por tener todos un aire similar. Nadie quiere salirse de la tendencia imperante, a riesgo de terminar en alguna de las innumerables listas de fracasos estilísticos que se elaborarán antes del amanecer.


Curiosamente, anoche los hombres se atrevieron a innovar algo más que otras veces. El músico Pharrel Williams encontró la forma de que la gente dejara de hablar del dichoso sombrero que ha subastado por más de 40.000 dólares al presentarse con un esmoquin de pantalón corto firmado por Lanvin. Los dos intérpretes de Dallas Buyers Club -Matthew McConaughey y Jared Leto- se coordinaron para llevar chaqueta blanca, acaso ya pensando en la bonita estampa que formarían con las estatuillas a las que optaban y que, finalmente, obtuvieron. En un signficativo contraste, Leonardo DiCaprio lució un traje a medida de Armani en un interesante azul medianoche para adentrarse un poco más en la oscura senda de los malditos que nunca acaban de ser reconocidos por la Academia. Con menos connotaciones, también Kevin Spacey se atrevió a probar el territorio azulado para su esmoquin de Burberry. Por supuesto, los hombres también cuentan con estlistas. Pero el interés que despierta su ropa sigue siendo lateral. Y, como sabe cualquier actor, un buen secundario puede ser mucho más agradecido de interpretar que un protagonista.



Eugenia de la torrente/elpaís.

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