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Anthony Ríos sinfonico



SANTO DOMINGO. La cara de sorpresa permanente de la segundo violín era todo un poema. Un "no me lo puedo creer".

Un "esto no está sucediendo". Anthony Ríos, no genio, sino ternura y figura, llevó su personalidad auténtica, sin impostaciones a la sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito, con todos sus nervios, y se puso en manos del gran héroe de estas dos jornadas (viernes y sábado): Amaury Sánchez.

El maestro tomó unas 25 canciones del repertorio de Anthony, y les puso vestido largo.

Cuando se corrieron los telones con los primeros acordes, el público que casi llenó la noche del sábado, penetró por un túnel que iba desde los night clubs y el escenario del viejo Maunaloa, a las luces y el tabloncillo donde habitualmente se presentan las grandes estrellas y la Orquesta Sinfónica Nacional, muchos de cuyos instrumentistas forman parte de la Filarmónica que dirige Sánchez.

La Obertura compuesta por Amaury dio las claves del trabajo que había realizado, con muchos acentos barrocos. Las cuerdas protagonizaron la narrativa del devenir musical del ídolo Anthony Ríos quien, acostumbrado durante décadas a cantar con pistas o con pequeños grupos, se sentía al inicio como abrumado por el esplendor musical que le aporta una gran orquesta.

"Hoy daría yo la vida por no verte más..." canta el poeta, y cayeron copos de nieve en la pantalla del fondo. La voz clara. Como hace mucho. Algo de nervios le hicieron olvidar la letra. La recuperó, y siguió hasta la nota final.

En "Estás donde no estás", con un arreglo de una profundidad que quizás jamás imaginó Anthony en El Seibo, dio paso a "La Mancha" -ya dueño de la situación- con un arreglo bien sinfónico, casi operático, y de ahí se desliza hacia aires más ligeros.

"Comprender más y amarse menos" (aquí sobró que la batería marcara la balada), el tema soportaba más profundidad sinfónica justamente por lo lírico de la letra y las posibilidades de la melodía.

Anthony aclaró luego: "Yo no soy cantante, soy cantador...", y entre tema y tema ponía sobre el tapete esos temas de conversación que asume en sus presentaciones normales, donde habla de lo humano y lo divino, con humor y poesía, con sinceridad y sin poses.

"Ella es tu fuiste", "Viejo amigo (con palabras de homenaje a Mundito Espinal) ésta con un arreglo más light. "Una noche no es bastante" con ovación al final y orquesta y público de pie.

Antes de cantar "Imaginación", Anthony explicó "Los moteles para mí son más importantes que las salas de emergencia de los hospitales". A estas alturas el helado rostro de la segundo violín no daba crédito a lo que sus oídos serbios escuchaban.

Más tarde habló de Luis Kalaff y de Mario de Jesús, y de las injusticias en la memoria de los grandes compositores dominicanos. Acompañado al piano por Amaury hizo "Cuando ya no me quieras" (compuesto en 1928 por el veracruzano Miguel Ángel Díaz y González de Castilla) "Cuando yo te olvide", de Juan Lockward; "Poquita fe", que popularizara Julito Deschamp (de Bobby Capó); y "la canción dominicana más internacional", que popularizara José Feliciano "Tú me haces falta", de Armando Cabrera.

De regreso a la Orquesta Filarmónica, regaló "Señora tristeza", la que llamó "un hermoso chisme cantado", entre aplausos con un arreglo grandioso y filigranas barrocas en las cuerdas. Otro tema y después "Lo que te espera", arreglo igualmente grandioso. "Si entendieras" y un Medley de bachatas, para ya en la recta final hacer "Como ayer", "Z", en ovación y falso final.

No se hicieron rogar mucho, y Anthony y Amaury volvieron a escena para los banderillazos finales: "Canción del adiós", "Yo" (una canción que se hizo a sí mismo) y la estocada final, con un arreglo sinfónico de Eugenio Van Der Horst, ese clásico que escuchamos de niño y no nos cansamos de oír: "Fatalidad".

Héroes los dos -Amaury y Anthony- tendrán CD y DVD de este memorable concierto. ¡Que ojalá se repita!


DL

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